martes, 23 de noviembre de 2010

“FANATISMO, DELIRIO Y PARANOIA APOCALÍPTICOS”




Un psicólogo podría definir, si un individuo está trastornado o no y qué tan patógeno es su caso. Considerando la actitud de individuos y grupos religiosos que promocionan sus experiencias místicas. Podemos aproximarnos a una conclusión sobre el comportamiento de ellos con la información que de ellos nos suministran los psicólogos.

Primero que nada, definiré algunos términos que nos servirán como referentes:
1. Fanatismo. Según el Diccionario de Psicología Rioduero, define el fanatismo como: <>.
2. Delirio. El mismo diccionario dice: 1) En general: ideas exaltadas, pensamientos fantásticos, convicciones desviadas y deformadas. 2) Psicopatología: [...] Las bases patológicas del delirio son [...] kparanoia y kesquizofrenia (delirio de referencia y la manía persecutoria).
3. Paranoia. Perturbación mental con un sistema estructurado de ideas delirantes (delirio paranoide); generalmente en el sentido de delirio de persecución en una personalidad completamente intacta.
4. Apocalíptico. Es un adjetivo relativo al último libro de la Biblia, Apocalipsis, palabra transliterada del griego “apokaluptikos” y significa revelación; en sentido figurado se usa como algo oscuro, enigmático o terrorífico (Larousse). Este último vocablo (terrorífico) será el sentido que le daré en el desarrollo del tema.

Ahora bien, ciertos grupos religiosos tienen como dogma la creencia en “dones sobrenaturales”. Sobre los que más énfasis hacen son: don de lenguas, profecía, sanidad, visiones, sueños y revelaciones.
Estas creencias se basan en un supuesto, es decir, ellos creen que están en vigencia hoy, los poderes espirituales que les fueron concedidos por promesa de Cristo a los apóstoles (Luc. 24. 49; Jn. 16. 13, 14; Hch. 1. 4; 2. 32, 33). Alegan que ellos también tienen esos poderes como los cristianos del primer siglo y citan, entre otros textos a Hechos 2. 1 - 21 y I Corintios 12. 1 – 11.

Ignoran que los apóstoles recibieron ese poder directamente, como veremos:
1. “¿No son galileos todos estos que están hablando?” Hch. 2. 7. “... varones galileos...” 1. 11.
2. “Pedro, poniéndose en pie con los once...” Hch. 2. 14.
3. “Dijeron a Pedro y a los demás apóstoles...” Hch. 2. 37.
4. “Muchos prodigios y señales eran hechas por los apóstoles” Hch. 2. 43.
5. “Por manos de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios...” Hch. 5. 12.

A todo esto hay que añadir, que solamente por las manos de los apóstoles, única y exclusivamente por ellos podían recibir otros cristianos los dones espirituales. Dos textos que señalan categóricamente esta afirmación son Hechos 8. 18, 19, “Cuando Simón vio que EL ESPÍRITU SE DABA POR LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS DE LOS APÓSTOLES, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mi esta autoridad, de manera que TODO AQUEL SOBRE QUIEN PONGA MIS MANOS RECIBA EL ESPÍRITU SANTO”. Además los versículo 14 - 17, señalan que los apóstoles en Jerusalén enviaron a Pedro y Juan para que los que hubieran sido bautizados, recibieran el Espíritu Santo mediante ellos.

Hay otro caso donde Dios da directamente el Espíritu Santo a algunos creyentes, se trata de Cornelio el Centurión y su familia. El propósito de esto, era testificar a los cristianos judíos que también los gentiles serían incorporados a la fe de Cristo:

1. “... levántate, Pedro, mata y come” [...] “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” [...] “... lo que Dios limpió, no lo llames tú común” [...] “...Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto...” [...] “... Vosotros sabéis cuan abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mi me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo...” [...] “... En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch. 10. 13 – 17, 28, 34, 35; 11. 1- 18).
2. “Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” [...] “Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos? Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido, diciendo:..” [...] “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor... [...] Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros..., ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas, callaron,... ¡De manera que también a los gentiles ha dado arrepentimiento para vida!” (Hch. 10. 44-47; 11. 2 - 4, 15 - 18).
3. Cuando Pedro dice, -“... cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio”, Hch. 11. 15 - se está refiriendo a la experiencia que tuvo él con los demás apóstoles en el día de Pentecostés (Hechos 2).
4. Esa manifestación del Espíritu la conocemos como “el bautismo con el Espíritu Santo” (Hch. 11. 16; 1. 5; Mat. 3. 11; Mc. 1. 8; Lc. 3. 16; Jn. 1. 33) y ocurrió solo dos veces en la historia de la iglesia del Señor, como ya lo hemos leído en la Biblia. Nunca más acontecería un evento como este así como nunca más se repetirían los milagros que realizó Moisés, por ejemplo Éxodo 14. 16, 21 y I Corintios 10. 1, 2. Así que, este bautismo no era para todos los creyentes sino para los apóstoles y Cornelio y su familia para testimonio a los cristianos judíos, que Dios aceptaba a los gentiles en la iglesia. Hasta entonces estaba compuesta de israelitas residentes en Jerusalén y de la diáspora en la medida que la fe se extendía a otras ciudades (Hch. 2. 36, 8 – 11; 8. 1, 4, 14; 9. 20 – 22, 31).

Estimados lectores, al conocer toda esta verdad irrefutable, no podemos más que concluir que nuestros amigos que hacen énfasis en tener experiencias con “dones sobrenaturales”, don de lenguas, profecía, sanidad, visiones, sueños y revelaciones, etc., tienen un problema conductual, conocido como fanatismo <>.
Sus visiones, sueños, revelaciones y la constante idea de que va venir una “gran tribulación”, es muestra de una “paranoia delirante de magnitudes apocalípticas”.

¿Qué más tribulación, que las diez persecuciones que lanzaron los emperadores romanos contra los creyentes hasta el siglo tercero? Sin contar las tribulaciones que narra la Biblia en el Nuevo Testamento.

CONCLUSIÓN:
Cristo predijo la tribulación que les vendría a sus discípulos (Mat. 5. 11, 12; 24. 9, 10, 15-22; Hch. 8. 1, 3; 9. 1, 2).
Los apóstoles hablan de la tribulación como ya presente en su época (Apoc. 1. 9; 2 Tes. 1. 6, 7; Rom. 8. 35, 36).
El mensaje de Apocalipsis era para darles consuelo y esperanzas a la iglesia del primer siglo ante la tribulación que enfrentaba (Apoc. 1. 1 –3; 6. 9 – 11; 7. 13 - 17).
El fanático no puede darse cuenta de esta realidad porque el delirio lo tiene paranoico en su creencia apocalíptica.
¡Qué barbaridad!