lunes, 19 de abril de 2010

AÑADIENDO CUALIDADES - 1ª Parte



Estimados lectores, les invito a que leamos la segunda epístola del apóstol Pedro, él inicia su segunda carta con una lista cualidades que debemos integrar a nuestra fe para hacerla más fructífera. Estudiaremos el significado de las virtudes que Pedro enumera, en el mismo orden en que la encontramos en la carta. Pero debemos entender que no se trata de un orden como si fueran eslabones unidos uno tras otro cronológicamente, sino más bien, de ir desarrollando cada una de estas virtudes por medio de la oración, el estudio y el ejercicio progresivo, y desarrollarlas a tal punto, que seamos luz que no se apaga, árbol bueno, que de fruto a su tiempo, porque Cristo está formándose en nosotros (cf. Gálatas 4: 19).

2 de Pedro 1: 3-11, Dice:

“Cómo todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquél que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejaran estar ociosos y sin fruto en cuanto el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firmes vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.


TODAS LAS COSAS. “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder…” (1: 3). Al decir “todas las cosas”, nos damos por enterado, de que no falta nada que no haya sido revelado en el Nuevo Testamento para orientarnos en el diario vivir en la fe de Cristo, el culto, la organización de la iglesia local y su obra (edificación, benevolencia y evangelización). El Señor Jesucristo prometió a los apóstoles que el Espíritu Santo los guiaría a TODA la verdad: “Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”; “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 14:26; 16:13).
Las supuestas revelaciones, profecías, visiones y sueños, etc., de los líderes religiosos de las iglesias denominacionales modernas o sectas, son doctrinas y mandamientos de hombres sin asidero bíblico, y por esa razón no pueden aportar nada a la fe del evangelio que enseñan los apóstoles de Cristo a través del Nuevo Testamento. El Señor Jesucristo dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura…” (Juan 7: 38). Siendo esto así, debemos creer a lo que Cristo y los apóstoles nos dicen por medio de el Nuevo Testamento, y no a los líderes sectarios del mundo Protestante, porque también Santiago dice, “¿Acaso alguna fuente hecha por una misma abertura agua dulce y amarga?” (Santiago 3: 11).

VOCACIÓN Y ELECCIÓN. “Procurad hacer firmes vuestra vocación y elección” (1: 10). Debemos inclinarnos de una forma muy natural (vocación) por el estilo de vida que Dios nos ofrece. Jesucristo dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 4: 24). Aclara también Juan, que Cristo prometió a sus discípulos la eternidad: “Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna” (1 Juan 2:25). Su promesa nos da motivación para toda la vida. Tengamos pues, clara conciencia de la forma de vida que hemos elegido. La Biblia dice que, Dios pagará a cada uno conforme a sus obras (forma de vida), y añade que dará: “vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (Romanos 2: 6, 7).

PARTICIPANTES. “Para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina” (1: 4). Por estas promesas grandes y precio¬sas, el hombre puede ahora participar de la natu¬raleza de Dios. La palabra "participantes" significa lo mismo que "comunión", como en Hebreos 12: 10, “para que participemos de su santidad”, y también en 1 Pedro 5: 1, “que soy también participante de la gloria que será revelada”. Participamos o tenemos comunión ahora, en esta vida, en la iglesia de Cristo: “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Efesios 3: 6; cf. Hechos 2: 47). Dios nos llama y nos añade a su iglesia por medio de la obediencia al evangelio: “a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio…” (2 Tesalonicenses 2: 14; cf. Hechos 2: 47). Cabe aclarar, que obedecer al evangelio no es, levantar las manos y confesar a Cristo y luego irse a su casa tranquilo, como enseñan las denominaciones religiosas. Para obedecer al evangelio, primero hay que oírlo y creerlo, arrepentirse, confesarle y bautizarse para el perdón de los pecados, porque la Biblia dice: “¿Cómo pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Romanos 10: 14); “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16: 16); Y Pedro mandó: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados...” (Hechos 2: 38; cf. 8: 30-38). Luego debe juntarse con la iglesia fiel, la de Cristo, pues es la que él prometió edificar (cf. Mateo 16: 18), y dice Hechos 2: 47: “…Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (cf. Romanos 16: 16).

DILIGENCIA. “Poniendo toda diligencia…” (1:5). Poner diligencia, es tener cuidado de hacer una cosa, apoyados en la oración. Leemos en las Escrituras: “ocupaos en vuestra salvación”; “…sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego…” (Filipenses 2:12; 4:6).

AÑADID. “añadid a vuestra fe…”. Siempre nos falta algo que debemos completar. El apóstol Pablo pedía por la fe de los tesalonicenses: “orando de noche y de día con gran existencia,… y completemos lo que falta a vuestra fe” (1 Tesalonicenses 3: 10). El verbo, “añadir” aparece en 2 Corintios 9: 10, traducido “proveerá”, en Gálatas 3: 5, “suministra”, y en Colosenses 2: 19, “nutrién-dose”. Nosotros debemos también proveer, suministrar o nutrir nuestra fe, e ir progresando mediante el ejercicio, ir supliendo una cualidad a la ya desarrollada, “creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo…” (2 Pedro 3: 18).

VIRTUD. ¿Qué significa la palabra “virtud”? Virtud es tener una constante disposición de espíritu para inclinarnos a practicar el bien. Es muy oportuno citar lo dicho por el apóstol Pablo, “…todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4: 8).
Pedro dice que la iglesia es, “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis la virtudes…” del Señor Jesucristo (1 Pedro 2:9). ¿Cuales son las virtudes de Cristo? Son todos los atributos de su naturaleza divina y las consecuencias de su sacrificio en la cruz. Cristo tiene que habitar en nosotros, como Pablo lo dice: “…para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones…” (Efesios 3: 16-18). Es por ello, que, tenemos que imitarle, “…porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21; cf. 1 Timoteo 6:13; Filipenses 3:17).

CONOCIMIENTO. Del griego GNOSIS, esto significa, inquirir, búsqueda, investigación. El cristiano debe ir conociendo cada día, más y más la Voluntad de Dios, y esto se logra mediante la oración y el estudio consecuente de la Biblia (lea por favor, Efesios 6: 10-18; 1 Timoteo 6: 12). Pablo dice en sus cartas: “La Palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría…”; “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él”; “…no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Colosense 3:16; Efesios 1: 17; Colosenses 1:). Dios requiere de nosotros que defendamos la fe: “…y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3: 15; cf. Judas 3; 2 Corintios 10: 4-5).
El cristiano no debe conformarse sólo con lo que haya aprendido, Colosenses 2: 2-3, dice: “para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riqueza de pleno entendimiento, afín de conocer el misterio de Dios Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. El que no vaya creciendo en esto, no llegará a ser maduro en la fe, Hebreos 5: 14 y 6: 1-3, nos dice: “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección…”.

DOMINIO PROPIO. El dominio propio nos ayuda a resistir las tentaciones, es elemental para controlar y canalizar, positiva y correctamente los conocimientos adquiridos (cf. 1 Corintios 8: 1). Consideremos lo que Pablo dice a los que en corinto tenían el don espiritual de profecía: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas” (1 Corintios 14: 32). ¿Tenemos dominio propio? Pablo dice en 1 Corintios 6: 12, “no me dejaré dominar”. Esto es tener auto control para contener una situación, una acción, sentimiento o pasión. Por ejemplo, dominar el odio, mediante el control realizado por uno mismo, y dominar ciertos comportamientos. El dominio propio es un requisito para los ancianos (pastores), “dueño de si mismo” (Tito 1: 8). Nos ayuda a abstenernos de todas las vanidades que impiden obedecer al Señor, “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene…” (1 Corintios 9: 25).
El dominio propio es parte integral de la predicación del evangelio, “Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero…” (Hechos 24: 25).
Debemos resistirnos constantemente ante las tentaciones o cualquiera que fuese la situación que enfrentemos, digamos y hagamos como Pablo, “no me dejaré dominar”. Miremos atentamente, cual sea la salida que Dios nos da para librarnos de las tentaciones, cito como ejemplo lo dicho en las Escrituras: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación, la salida para que podáis soportar...” (1 Corintios 10: 13-14; cf. Génesis 39: 7-12).

PACIENCIA. Aunque las tentaciones sean originadas por nuestros propios deseos (lea Santiago 1: 13-15), y de allí que sean humanas, Satanás siempre trata de inducirnos a caer en ellas y por eso las estimula o crea condiciones y situaciones para dañarnos, bien nos alertó Pablo cuando dijo: “Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2: 11).
Es necesario por ello, tener mucha paciencia, y no actuar precipitadamente o de forma negligente e indiferente. Cuando permanecemos bajo diversas situaciones y mostramos nuestra capacidad de soportar molestias sin rebelarnos, ello prueba que poseemos paciencia. Tener paciencia es tener facultad de saber esperar, de contenerse, ser perseverante, buena tierra (Lucas 8: 15; Romanos 2: 7). Nuestro Dios es “el Dios de la paciencia y la consolación” (Romanos 15: 5; cf. 2 Tesalonicenses 3: 5), confiemos en él, que nos enseña que a través de las tribulaciones (algunas situaciones críticas) podemos obtener paciencia, esto es una verdad que no debemos ignorar: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”; “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese”; “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia…”; “…sabiendo que la tribulación produce paciencia”; (Hechos 14: 22; 1 Pedro 4: 12; Santiago 1: 2-4; Romanos 5: 3). Esto explica por qué a veces sufrimos sin ninguna causa aparente.
Sin paciencia ¿Cómo podríamos hacer la voluntad de Dios? “Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10: 36). Preste atención a la siguiente ilustración: un personaje con el sobrenombre de “Santa Paciencia”, era una persona muy dócil y pacificador de conflictos entre vecinos, y de allí su apodo y buena reputación entre la colectividad, pero en un día discutió con una persona que lo “sacó de sus casillas”, y se fue a los empujones, puños y puntapiés con ella. Los vecinos les gritaban: Santa Paciencia, ¡Cálmate! ¡Tú no eres así! ¡Tienes que tener santa paciencia! Y él contestó: ¡Qué… santa paciencia, ni qué… santa paciencia nada! Y continuó con los empujones, puños y patadas.
Sin paciencia corremos el peligro de llegar a los extremos. Proverbios 16: 32 dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”. Realmente, es en la Palabra de Dios que podemos encontrar los mejores ejemplos para imitarlos, y así vivir agradando a Dios. Santiago nos dice: “hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor” (Santiago 5: 10, lea el contexto). Como dije en unas líneas anteriormente, tener paciencia es saber esperar, y sobre ello, Pablo dice lo siguiente: “Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”; “Porque por fe andamos, no por vista” (Romanos 8: 25; 2 Corintios 5: 7).

Estimados hermanos, hermanas y demás lectores, en una segunda entrega analizaremos el resto de las virtudes en 2 Pedro 1: 3-11, mientras tanto oremos y ejerzamos estas cualidades divinas para que en realidad Cristo pueda agradarse de nosotros.

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