lunes, 19 de abril de 2010

AÑADIENDO CUALIDADES - 2ª Parte


En el primer artículo hablé sobre el sentido de algunas de las cualidades que en 2 Pedro 1: 3-11 se nos ordena desarrollar. Pedro dice “añadid” (mandamiento directo), no es una cuestión opcional sino obligatorias, Dios quiere que poseamos estas cualidades, además, por medio de ellas manifestamos a la humanidad nuestra filiación con Él, y así, iluminamos al mundo (Mateo 5: 14-16).

PIEDAD. A la paciencia debemos adornarla con un proceder piadoso, es decir, tener compasión ante las personas desgraciadas o que sufren. Tener piedad es lo mismo que ser misericordioso, el Señor dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7; Santiago 2: 9). También la piedad, es manifiesta en la persona que tiene un sentimiento de respeto hacia lo santo, hacia los actos del culto divino, tener piedad es estar a favor de Dios y de lo que a Él le agrada. El evangelio es descrito por Pablo como “el misterio de la piedad” (1 Tim. 3: 16; Tito 1: 1).
La doctrina de Cristo (2 Juan 9) se basa en la piedad, y así debe ser enseñada, el apóstol Pablo señala que: “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira…” (1 Tim. 6: 3-6).
¿La piedad puede ser aprendida? Por supuesto, el Señor dijo: “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia [piedad] quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9: 13). Y Pablo dijo a Timoteo: “Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos… Esto manda y enseña” (1 Timoteo 4: 7-11; 2 Pedro 2: 9; 3: 11). También Pablo dice a nuestras hermanas en Cristo, que se atavíen con acciones piadosas: “…con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Tim. 2: 10).
La ausencia de piedad es la causante de muchas injusticias y tantos males en el mundo. Relata Mateo 12: 1-7, que los fariseos acusaron a los discípulos del Señor de hacer lo que no era lícito en el día de reposo, pues, ellos tenían hambre y arrancaron espigas y comieron. Ellos hicieron algo que era lícito según la Ley de Moisés (Deuteronomio 23: 25).
Cristo también les señaló a los judíos que el rey David juntamente con los que le acompañaban, estando ellos hambrientos, comieron de los panes de la preposición, algo que les era prohibido (1 Samuel 21: 1-6; Levítico 24: 5-9).
En el día de reposo, además del holocausto diario, los sacerdotes sacrificaban dos corderos, amasaban con aceite cuatro kilos de harina y la ofrecían con la ofrenda de vino, Cristo les dijo que los sacerdotes eran sin culpa, aunque violaban el día de reposo, realizando sus actividades (Números 28: 9-10). Luego les dijo, que ellos NO entendían el significado de la palabra “misericordia”: “Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenarías a los inocentes” (Mateo 12: 7; Oseas 6: 6; Santiago 2: 13).
Por otro lado, sufrimos “el colmo de los colmos”, porque sucede que muchos de los que condenan a los inocentes simulan ser personas piadosas. Se da un caso con la ofrenda de 1 Corintios 16: 1,2, algunos dicen que se le puede dar la ofrenda directamente al no creyente, cuando la Biblia dice claramente que esta ofrenda es para los santos (los creyentes). Como sensatos, nos oponemos a sus prácticas, pues estas constituyen malversación de fondos, pero inmediatamente somos acusados de ser personas sin misericordia, sin amor, sin piedad, extremistas o “ultra conservadores”, prejuician a la gente para que no nos oigan. El resultado de esto es que los que malversan la ofrenda de 1 Corintios 16: 1,2, son vistos como personas piadosas. Igualmente usan estas tácticas carnales para poner a las personas contra el uso de un solo recipiente para beber en la cena del Señor (1 Corintios 10: 16; 11: 25, 28; Mateo 26: 27; Marcos 14: 23). Nos señalan de “extremistas”, “ultra-conservadores”, ect., cualquiera que escuche estos señalamientos, pensará que se habla de personas desagradables con las cuales no deben juntarse. La verdad es que al nosotros ser fiel a 1 Corintios 16: 1, 2, estamos, “evitando que nadie nos censure en cuanto esta ofrenda abundante que administramos, procurando hacer las cosas honradamente no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres” (2 Corintios 8: 20-21). Si alguna persona no creyente solicita nuestra ayuda, cada individuo cristiano le ayuda de su propio peculio, como lo enseña el Señor Jesucristo en la parábola del buen samaritano (Lucas 10: 25-37). Al usar un solo recipiente para beber, estamos cumpliendo el mandamiento de Cristo, “bebed de ella todos” (Mateo 26: 27). Así queda evidenciado quienes realmente son piadosos (sentimiento de respeto hacia lo santo, hacia los actos del culto divino). Obvio es que los que no respetan los mandamientos de Dios y aparentan cumplirlos son manipuladores de conciencias y acusan de extremistas a los que si respetan los mandamientos de Cristo. Pablo advirtió contra los que simulan piedad: “…que toman la piedad [el evangelio] como fuente de ganancias; apártate de los tales”; “Que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita” (1 Timoteo 6: 5; 2 Timoteo 3: 5). Nuestra piedad tiene que ser genuina, espontánea. Cada cristiano debe mostrar, evidente compasión con toda persona y respeto y obediencia a los mandamientos de Dios, esto es obligatorio hacer igualmente lo otro (Mateo 23: 23). Gálatas 6: 9-10, dice: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”.

AFECTO FRATERNAL. Los sentimientos que nos mueven a ayudar a nuestros familiares, son instintivos, de allí el dicho “es mi sangre”, pero no nos ocurre así con quien no tengamos parentesco, ejemplo, Cristo dijo: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen…” (Lucas 6: 27). Es obvio que cuando favorecemos a quienes nos odian, no somos motivados a hacerle bien porque sentimos afecto fraternal. El afecto fraternal lo reservamos para nuestros familiares, aunque algunas veces hemos escuchado decir a un amigo o conocido de la familia “tú eres como de la familia”, pero sabemos que no es así, el adverbio “como” es una comparación nada más. La frase “afecto fraternal”, en el Nuevo Testamento significa amor fraternal, beso fraternal, amistad hermanable y amor familiar. Como cristianos ahora somos miembros de una selecta familia: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19; 1 Timoteo 3: 14-15; 1 Juan 3: 1). Nuestros sentimientos hacia los hermanos deben ser igual (aunque los vínculos y las relaciones sean diferentes) como los que mostramos con nuestros familiares en la carne, 1 Timoteo 5: 1-2, ilustran bien esto: “No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos; a las ancianas como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza”.

AMOR. ¿Qué tanto amamos a los hermanos? Es justo que nos examinemos y hagamos reflexión: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros”; Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4: 11-12, 20-21; 3: 14-18; 4: 7-10). Cristo cumplió la Ley y los profetas, el Señor dijo: “…no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5: 17). Todo lo anunciado de antemano, fue cumplido en él y por él: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían”; “Y les dijo: Estas son la palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que esta escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24: 27, 44). Habiéndose cumplido todo lo escrito sobre Jesús, el Antiguo Testamento llegó a su fin: “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”; “…aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz”; “…anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Romanos 10: 4; Efesios 2: 15; Colosenses 2: 14). El Antiguo Testamento esta resumido en un solo mandamiento en la ley de Cristo: “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”; “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”; “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13: 10; Gálatas 5: 14; 6: 2).
Cristo nos mostró con su sacrificio, la plenitud de su amor: “…como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”; “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor”; “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado ha su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”; “Nadie tiene mayor amor que este, que uno que ponga su vida por sus amigos”; “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (Juan 13: 1; 15: 9; 3: 16; 15: 13; 1 Juan 3: 16). El amor es algo que se da otro, necesita ser manifestado y, “…nuca deja de ser…” (1 Corintios 13: 8), porque es eterno. Dios es amor (1 Juan 4: 8) y el Padre ama al Hijo (Juan 3: 35; 5: 20), por eso el hijo es eterno porque Dios es amor y el amor es eterno. Si Cristo no fuera eterno ¿con quién hubiera compartido el Padre su amor? Siendo Él amor, ¿cómo probaría que el amor es eterno, si no existió nadie eterno aparte de Él a quien demostrárselo? Porque amor que no se demuestra no es amor, por ejemplo: “Porque el señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (Hebreos 12: 6). Si amamos a los hermanos, amamos a Dios y seremos bendecidos por Él, y todo lo que pueda acontecernos en esta vida (bueno o malo) será siempre para nuestro beneficio: “Y sabemos que los aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8: 28). También debemos conducirnos para con los demás, siempre con amor, defendiendo la verdad del evangelio, dice la Palabra de Dios: “…siguiendo la verdad en amor…” (Efesios 4: 15). No podemos confundir el amor con el sentimentalismo o socialización, como ocurre con algunas personas, que para agradarle a alguien sacrifican la verdad y cambian a la doctrina del Señor. El amor no esta reñido con el culto, ni con la organización y obra de la iglesia, ni con ningún otro mandamiento de Dios en el Nuevo Testamento, consideremos lo dicho por Cristo a los fariseos: “Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mateo 23: 23).
El amor es definido por Pablo como “un camino más excelente” (1 Corintios 12: 31). También describe sus virtudes diciendo: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13: 4-7).
El amor se basa en conocimiento y propósito, “Porque de tal manera amó Dios al mundo” (Juan 3: 16). El Señor tenía anticipado conocimiento de la necesidad de salvación del hombre, y se entregó en rescate (propósito) por él: “Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5: 8).

CONCLUSIÓN:
La fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y el amor, son atributos de la naturaleza de Dios, al hacernos cristianos participamos de tan gran bendición, es por ello que debe que ser evidente estas cualidades en nosotros, recordemos que el árbol es reconocido por sus frutos, y el Señor nos llamó para que produzcamos muchos frutos: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15: 8). Recordemos siempre estas enseñanzas en las Escrituras, fijémonos como propósito desarrollar en nosotros estas virtudes. Pedro dijo: “porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Ped. 1: 10). También insiste en recordarles a sus lectores, su enseñanza: “Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros lo sepáis, y estéis confirmaros en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas” (2 Ped. 1:12-15).

No hay comentarios:

Publicar un comentario